Dar muerte a los zorros en las jornadas de caza forma parte
de la cultura irresponsable de nuestra sociedad de cazadores de escopeta,
furtivos y propietarios de fincas, que bajo el amparo de la ley de caza o al
margen de esta, disparan, maltratan y asesinan a cientos de animales durante
todo el año. La transmisión de padres a hijos por el desprecio hacia ciertas
especies de nuestra fauna ha provocando la ruptura de las relaciones naturales
entre las especies que habitan en nuestros campos.
Zorro abatido por cazadores en los alerdedores de Villa Ventín (Nov-2017)
Águila real abatida por cazadores en los Alhorines (May-2017)
Su mala fama dentro de ciertos sectores de la sociedad ha
provocado la persecución directa del zorro desde antaño. Aun así, no se ha conseguido
eliminar su presencia en el campo, es más, en las localidades donde se abaten zorros, hay mayor densidad de estos que en localidades donde no se
les da muerte.
Por el contrario, se ha conseguido romper el efecto controlador
que ejercen estos animales sobre otros, ya que sin la acción de depredación del zorro, otros animales como el conejo de monte han proliferado
desmesuradamente provocando así un impacto dañino sobre la agricultura,
infraestructuras y el hábitat.
Las superpoblaciones de conejos son la prueba
más evidente del desequilibrio provocado por la persecución y eliminación directa
de los depredadores de nuestro territorio.
El zorro es el mejor aliado para agricultores, cazadores y
gente rural, pues se trata sin duda de la especie silvestre que más efecto
ejerce como controlador y a la vez conservador de poblaciones saludables de nuestra
fauna. La eliminación de aves rapaces, zorros y mustélidos e incluso reptiles
como las grandes culebras, reportan una pérdida de biodiversidad con efectos
irreversibles para nuestros campos.
Quizás sea el momento en el que la sociedad en sí se
responsabilice en educar, informar y convencer a esa otra parte desinformada y
tozuda que se empeña en destruir la vida salvaje sin ningún apego hacia la
conservación y el bienestar.
Respeta la vida.
José Carlos Hernández Bravo